el palomo ladron
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Mensaje por vic.1 Lun Oct 13, 2008 7:54 am

Genio y figura

Especialistas en el arte del asedio amoroso, con su temperamento y embrujo, consiguen atraer lo mismo a los de su especie que a los humanos

Por: ARMANDO PÉREZ FERNÁNDEZ
Fotos: ENRIQUE DE LA OSA

Nos encaramábamos en el techo a verlas pasar por encima de nuestras cabezas. Aleteando elegantes, rítmicas. Salían bajo, en un esfuerzo desesperado de sus alas y pasaban rozando los techos rojizos, muy cerca de la ropa tendida, por sobre las antenas y el tendido eléctrico. Sorteando cada obstáculo con la gracia de una bailarina del aire.

Luego se elevaban dueñas del cielo y se alejaban por un determinado punto, apretadas contra el paisaje, cada vez más pequeñas. "Se van, no vuelven...", pensaba, inexperto. Pero al cabo de pocos minutos regresaban en espirales a tirarse majestosas de nuevo en nuestro techo. Y uno con el corazón en la boca. Cuánta emoción verlas allí libres y a la vez mías...

Así recuerdo mis tiempos de adolescente subido en el techo de mi casa o de algún vecino, viendo volar las palomas y las horas...

Así encontré a Orlando el día de nuestra visita; en el tejado (tal vez por lo anterior me fue fácil entenderlo). No importó el aviso del día anterior de que nos encontraríamos en su casa para hablar de esas aves y sobre todo de lo que ellos (ellos son los palomeros de la barriada de Guanabacoa, en la capital del país) y él, entre los promotores, han dado en llamar raza autóctona cubana: el palomo conquista.

Una casta fruto del paciente trabajo de cruzamiento que durante décadas han seguido estos empíricos genetistas, hasta lograr un animal emparentado con la idiosincrasia del cubano. Un palomo ducho en el arte de la seducción. Un galán que las sacase del aire y las pusiera en su techo.

Orlando alterna su profesión de entrenador de pitcheo de los Metros con su gran pasión de adolescente

Nos esperaba; por supuesto que nos esperaba el hombre; pero, como buen palomero, desde la azotea de su vivienda, en el centro de Guanabacoa, ajeno a todo tipo de protocolo –apenas un refresco de limón y el clásico buchito de café-. "Me paso horas aquí, son un bálsamo para mí", espeta por toda explicación.

En sus bucheras atesora magníficos ejemplares. Famosos ladroncillos del cielo, célebres por sus ciento y tantas conquistas en un año, como el ocambo Andar La Habana, un blanco moteado que en sus tiempos tenía más autonomía de vuelo que un jet. "Salía a volar y estaba hasta dos horas perdido; cuando volvía traía palomas de Regla, Cojímar y hasta de Alamar", comenta. Y el murciélago, un cenizo que "robaba hasta de noche". Y... la pasión le ciega y continúa hablando de sus palomas como si de su niñita de seis meses se tratara. Me callo, no hago preguntas.

Palomas con pedigrí

Por una estrecha escalerita metálica de peldaños empinados subimos a su techo. Una bandada nos sobrevuela. El negro que tiene suelto de guardia se echa a volar tras las presas. Allá lo vemos hacerse un punto devorado por la distancia, fiel a su estirpe.

Sorprende –sobre todo a los que miramos poco hacia arriba- ver tantas palomas en el cielo esta mañana. Explotan desde cualquier techo, seis, 15, 20...; toman cualquier dirección, se pierden y vuelven a aparecer.

La villa de Pepe Antonio es la meca del palomo conquista. No quiero decir que en otros lugares no los haya, pero según me cuenta Orlando, fue aquí donde se mantuvo y fomentó aquella raza traída por los comerciantes españoles en la década del 40, desde Castilla y Alicante. Dicha estirpe, por lo general de colores claros, era muy buena para el asedio y la seducción, pero tenía varias deficiencias que los palomeros cubanos fueron resolviendo con el tiempo, a través de cruzamientos.

Bien temprano en la mañana o al atardecer son las horas más propicias para estirar las alas

Tras un largo proceso de ensayo-error, que aún no termina, se crearon espectaculares ejemplares. Verdaderos conquistadores. "Fachadores" expertos que se pegan a la paloma en el aire hasta seducirla, la tiran en su techo y la faenan hasta meterla en el cajón, para satisfacción de sus dueños, quienes los veneran como avecillas sagradas. Es el famoso, el bienquisto, el nunca bien ponderado para sus acólitos, es el palomo conquista.

"Mientras en otros lugares la gente se decantó un tiempo por aquellos míticos palomos de Juan Finca. Hermosísimos palomos buchialtos, fruto de la mezcla de castas inglesas con otras españolas, en Guanabacoa nunca se dejó de criar y mejorar el conquista, ideal por nuestra forma de ser. Nervioso, potente, seductor", sostiene Orlando, mientras el negro que salió de caza hace rato, gira sobre nuestras cabezas como un avión averiado y se tira en las tablas. Esta vez viene solo. "Es casi un pichón", se defiende. Será la próxima.

Palomeros de altura

Nos pasamos el día de azotea en azotea. De palomar en palomar. El tiempo se esfuma y no nos damos cuenta –siempre pasa en estos casos-. Hoy hemos estado al habla con parte de la crema de los palomeros de esta villa. Gente que con solo mencionar su nombre se levantan exclamaciones de ¡ohh...!, y expresiones serias del rostro con gestos de asentimiento. Seguidores de los emblemáticos Tomás el gallego, Sergio Ramos, Pablo Rodríguez, Alfredo Bello, César Mayoral, Arturo Vicent y otros tantos aquí y en La Habana, delante de quienes hay que quitarse el sombrero.

¿Rivalidades? Sí. ¿Guerra? Por supuesto. Pero no hay de qué alarmarse. Entre ellos la sangre nunca llega al río. Son una gran familia. Con sus trifulcas, pero familia al fin.

Chícharo, maíz y trigo, fundamentalmente, son la base de alimentación de estas aves que en época de apareamiento y cría comen dos veces al día; y solas, una vez cada tarde

Incluso escribo la palabra guerra, so pena de que uno de ellos me pida cuentas. "Esto es una competencia, no una guerra. Es una competición en la que todo el mundo quiere tener los mejores animales", me corrige adusto Alfredo Baluja.

Este hombre empezó en el giro hace 40 años con un par de pichones infestados de viruela, y con el paso del tiempo se ha con vertido en una especie de Rey Midas, que convierte en oro los animales que toca. Hoy las palomas Baluja –tiene el privilegio que su apellido designe los animales de sus palomares, como si de una marca registrada se tratara- pueden llegar a valer bastante dinero. Si no, pregúntenselo a quien compró a Al Capone. Un campeón gestado en su palomar, un Yarini halado, seductor de un centenar y medio de palomas en un año.

Existe entre esta gente una ley no escrita, un acuerdo tácito: "paloma seducida no la devuelvo". Claro, se pueden hacer concesiones, "si es de un amigo mío y yo quiero dársela lo hago, pero no estoy obligado". Sin embargo, no se negarían nunca entre ellos la comida –bastante pasan para conseguirla-, o alguna medicina para sus animales, en el caso de que llegara a faltarles. Es decir, viven una relación de amor y odio donde los une y los separa la misma razón.

Se quejan, sobre todo, de la nueva ola de palomeros que ha inundado los techos de los barrios y amenaza con hacer agua sus reputaciones. Los describen como una especie de novatos que no cumplen ni respetan ninguno de los códigos no firmados pero que rigen esta actividad. "No saben nada de palomas y se pasan la vida armando broncas por cualquier cosa. Han puesto malo esto y han echo creer que todos somos iguales", denuncia en defensa de la vieja guardia Reynaldo Ravelo.

Rey, como le llaman, con cerca de 40 años, no es ningún improvisado. Empezó a "criar palomas desde los cuatro años", y "no piensa dejarlas". Ni siquiera por la mala influencia de los noveles. "Es que no podría vivir sin ellas".

Qué tiempos aquellos

Hay algo que está ensombreciendo el cielo de estos animalitos, o mejor dicho, el suelo. "Son lazos que se ubican sobre un caballete o sobre el techo con una guía hasta el suelo, para halarlos cuando alguna paloma se tira", explica con enojo Rey, sin embargo el techo de su casa parece un campo minado de lazos. "Sí, compadre, –sale al paso ante la mirada inquisitoria-, no queda más remedio que defenderse."

Por suerte todos no aplican la ley del Talión. Orlando y Florencio Armando Pérez, "creen que eso sería quedarse sin ojos". Ellos no han puesto, ni pondrán nunca una trampa. Tal práctica además de desleal, es un atentado contra las palomas. Escuché historias de algunas que han quedado mutiladas.

Ojalá las trampas no hayan llegado para quedarse

Ante tal situación la mayoría pide a gritos que se suspenda el método. "Si la gente se pone de acuerdo, yo soy el primero que quita los lazos", asegura Baluja. Pero ahora no se atreve a quitarlos para no dar ventaja -dice.

Mientras el palo va y viene, algunos han optado por perfeccionar más sus aves. Están tratando de que mantengan las mismas artes, pero incapaces de tirarse en techo ajeno, siquiera un segundo; tiempo suficiente para caer en el lazo. "Quiero un animal que vuele, que pegue, que hale, que tire, pero que no se pose", explica Armando.

Su nombre trasciende desde La Jata, en Guanabacoa, por intentar crear una línea sui géneris en la que funde el sentido de orientación y vuelo de la correo, con el porte y las características seductoras del deportivo. Resultado: ejemplares listos para los nuevos retos. "Tocayo –me dice categórico-, no quiero en mi palomar ninguna que se pose."

Hace unas décadas la paloma era la estrella y el hombre un simple espectador. Esa romántica etapa está quedando atrás. De seguir así podría quedar muy poco del poder de conquista del ave y mucho de la intempestiva inclusión de la mano del hombre.

Cuando lo emocionante era verlo salir disparado hacia el cielo en busca del bando, unirse a él con el aplomo de un galán y tomar la punta para dirigir el vuelo. Luego, pegarse a su presa sin perderle pisada, hasta quebrantar su voluntad y hacerla aterrizar en su techo. Una vez allí conseguir, con todo el despliegue de su embrujo (arrullos, besos, los más diversos escarceos amorosos) introducirla en el cajón. La faena podía durar hasta una hora. Tiempo en que el simple mortal de su dueño solía comerse las uñas.

Al final todos lo lamentan, porque como me dijera cada uno por separado, y tal parecía que se habían puesto de acuerdo, lo importante para ellos es criar palomas, ver al animal que vuele, que presione, que conquiste.
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