la paloma buchona,condicion,instinto
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la paloma buchona,condicion,instinto
La paloma buchona, condición, instinto, origen, cultivo, uso de la misma y variedades subsiguientes:
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LA PALOMA BUCHONA, CONDICIÓN, INSTINTO, ORIGEN, CULTIVO, USO DE LA MISMA Y VARIEDADES SUBSIGUIENTES
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La paloma buchona, definida exactamente, es ave doméstica; pertenece por tal a dicho grupo y por consiguiente no es, ni puede ser, ave de rapiña; carece de aquellos medios que poseen tales aves propios para apresar e igualmente adecuados para apoderarse de palomas y de otros animales.
El concepto, o calificativo erróneo, aplicado a la paloma buchona, de "ladrona", puede obedecer, entre otras cosas, a que dichas palomas, llevadas por su instinto de captación y de seducción, puestas en condiciones de manera adecuada, esto es, sometidas a constante celo, sirvieron tanto el macho buchón como la hembra, de instrumento al poseedor de, ellas, para atraer a otras palomas, en casos y épocas, y cometer actos y hechos nada aceptables, de apoderarse ilícitamente de palomas de la misma raza o bien de otras distintas. Cabe decir más claramente que, puestas en libertad del palomar en que habitaban, y manejadas intencionadamente al efecto, se podían emplear: Al macho, en la búsqueda, bien en el espacio, o ya en parajes y lugares diversos, de cualquier clase de palomas, de la raza y condición que fuesen, y conseguido el objetivo de unirse a ellas, las invitaba insistentemente, con marcada intención y demostraciones en su vuelo, o con arrullos, según la posición, a que les siguiesen, brindándoles con sus manifestaciones o a su manera, compañía, hospitalidad o albergue en su palomar; con el riesgo constante también, por razones del sexo, de poder ser atraídos o seducidos éstos por otras, para él, de mayor atractivo, calidad temperamental o instinto, especialmente hembras.
En ambos casos, de la caza de palomas con el empleo del macho o de la hembra buchona, el acto cometido de encerrar cualquier clase de palomos, con estos métodos y procedimientos, daba lugar al parecer, sin meditación alguna, a la aplicación de "ladrona", a esta paloma buchona, cuando en realidad dicho objetivo le correspondería por entero a la persona que cometía este censurable hecho, siempre en el caso de que no devolviese las palomas aprehendidas, producto de tales rapacerías o acciones de retener y de aprovecharse, con fines lucrativos, de bienes ajenos.
La paloma buchona era, porque ya no existe, paloma ordinaria, esbelta, astuta, arrulladora y sagaz, fecunda por sus medios naturales, apuesta, arrogante, muy decidida, constante y tenaz, sugestiva o muy dada a sugestionar, y de un marcado instinto de seducción en general, de persecución y de conservación.
Acerca del origen de la paloma buchona, según afirmaciones hechas por expertos, veteranos y consecuentes aficionados, hoy decanos y técnicos de la afición, que practican el deporte desde el siglo pasado, viejos como yo, que también lo soy, pero anteriores a mí, se atribuye que fue traída a España por los árabes en la época de la Edad Media, a raíz de su invasión en el año 711.
No cabe duda de que entonces, la paloma buchona, reuniría aquellas excelentes condiciones y características, dada la pureza de su raza y de que sus poseedores las emplearían como medio de distracción, de recreo, de aprovechamiento y de negocio.
Si la historia se repite, y dada la existencia de la paloma buchona hasta final de la tercera decena del siglo XX, de esa Edad Contemporánea, es seguro que los sucesores de los árabes seguirían cultivándola con los mismos o parecidos medios y fines en el siglo XVI, en que dio comienzo la Edad Moderna; en el año 1517 hasta principios del siglo XIX, año 1808, en que empezó la Edad Contemporánea.
En los primeros años del presente siglo XX, todo era aún igual; los medios, los procedimientos, el uso y el cultivo de la paloma buchona, y su afición, no habían sufrido variante alguna y se desenvolvía exactamente con todos aquellos defectos; tan sólo habían sufrido alteración los elementos que eran poseedores de la misma; pues aquellos, los primeros del siglo VIII, eran árabes; y los de esta Edad Contemporánea, del siglo XX, somos españoles.
Entre aquellos españoles de los comienzos de este siglo XX, me encontraba yo; apenas tenía entonces 10 años; había nacido en el año 1896 del pasado siglo, pero si recordar es volver a vivir, aseguro que sentía ya cierta manifiesta inclinación por el cultivo de palomas.
Mis primeras aves, del mismo orden, aunque de distinta condición, para mí, palomas en aquellos días, fueron un par de tórtolas, que las tuve poco tiempo y las sustituí después por dos pichones de aquella raza existente, que se cultivaba con verdadera profusión, denominada de palomas buchonas.
Recuerdo que eran los dos de color azul, y que las puse en un jaulón adecuado, en el tejado de mi domicilio, sito en las inmediaciones del antiguo Hospital Provincial de Valencia.
Junto al mismo edificio de mi casa, y lugar en que tenía mis primeros pichones existía, en funcionamiento entonces, el Cuartel del Refugio, en la calle del Hospital, caserón antiguo, hoy desaparecido, que en la parte alta del mismo tenía una torre en forma de pirámide con cuatro vertientes, en cuya base cuadrangular se posaban aquellos dos pichones azules, a los cuales contemplaba y admiraba yo, abstraído, horas y horas, desde el tejado de mi casa, en aquella monótona y quieta situación, en que ellos reconocían el sitio y todas sus inmediaciones, para aquerenciarse y estar seguros en su vuelo, expertos en sus movimientos y desenvolverse después, con certeza y facilidad, al pasar de pichones a la condición de adultos.
A estos pichones siguieron otros, y más palomas, hasta que con mayor conocimiento y edad fui sintiendo en lo más profundo mi inclinación y afición por todas aquellas palomas que tuve, como digo, de raza buchona o laudina, las cuales constituían en mi el mayor atractivo, y lo que es más, mi mejor entretenimiento y distracción.
El aficionado éste, de los comienzos de siglo, de aquella época turbulenta y desdichada para esta afición, vivía entregado a maniobrar y actuar libre, sin dar cuenta a nadie, dentro y fuera de su palomar, en lo que se refiere al uso, cultivo y empleo de aquella paloma buchona.
La paloma buchona no era toda igual entonces; ofrecía características diversas, y se diferenciaban de otras por provincias y regiones, aunque todas eran de la misma condición e instinto.
Así, pues, la paloma valenciana se distinguía de la sevillana por el pico corto y tamaño menor de ésta.
Igualmente la murciana, se diferenciaba de ambas por sus distintos movimientos y aspectos.
En el vuelo se distinguía por el buche más o menos abultado o redondo, y también por la posición de la cola, ya si la tenía de forma plana o recta, o bien de medio arco, hacia abajo o arriba, detalle conocido y denominado en el argot o léxico buchonista por los nombres de "colom plá, cacho y brincat".
Los aficionados efectuaban cruces por vía de ensayo, empleando para ello sus palomas con las de otras provincias, conservando siempre la base, para no perder la fuente natural y dé continuidad de reproducción, de lo que era nativo, con miras a conseguir, con estas pruebas, el tipo de ejemplar que mejorase en condiciones lo que poseían y que tuviese más acentuado el instinto de captación para atraer y también el de conservación para guardarse, pues era un peligro inminente que el palomo tocase palomar ajeno, debía saber que podría encontrar con ello fácilmente el motivo para su desaparición.
Había buenos palomos en aquellos veinte primeros años de siglo, que alcanzaron merecidamente prestigio, renombre y fama; como fuentes de abastecimiento y de reproducción entonces, Cocentaina, Muro y Alcoy de la provincia de Alicante, y Albaida, Játiva y Onteniente, de la de Valencia.
La aceptable rama de distinguidos y renombrados palomos, que perdura con el conocido nombre de "Barrabás", desciende de Cocentaina, y fueron obtenidos y criados en una de las masías existentes junto a la ermita de San Cristóbal; su nombre primitivo, anterior al actual, era el de "Los Leones", por su casta, brío y potencia. De estos "Leones", unidos a la rama de los "Liarcs", salieron los palomos "Selíeros", de gran aceptación, y fueron conseguidos por el aficionado conocido por Pedro Juan, el Carnicero, de Cocentaina.
De una paloma hembra pico corto de Málaga y de un macho de Onteniente, se consiguió el palomo "Oraciones", que fue el mejor de aquellos tiempos y lo tuvo un viejo aficionado que últimamente tenía un puesto de compra-venta de palomos en la Plaza Redonda de Valencia, conocido por el Abuelo "Taronchetes".
De los cruces y reproducciones que después se efectuaron ya no volvió a salir otro palomo "Oraciones"; salieron otros distintos, de menos aceptación, que ofrecían en su vuelo distintos movimientos, mayor vistosidad, más elegancia, pero con acentuada merma de instinto de captación y de menos seguridad, solían parar más, pero el que paraba entonces le decía pronto "adiós" a su dueño. Con aquella paloma buchona de excelentes cualidades y condiciones, jamás se hubiese hecho deporte porque únicamente podíase decir que era el ídolo que cubría un deseo una satisfacción personal de su poseedor, ya que en su desenvolvimiento y trabajo no llamaba la atención un poco más allá de su dueño, que la observaba y seguía diariamente en todo cuanto hacía de provecho en su lento y sagaz vuelo y en sus paradas en torres, cúpulas, tejados, campanarios, etc. para atraer a cualquier clase de paloma extraviada.
En aquellos años, la afición que se practicaba en casi todas partes salvo honrosas excepciones, empleando la paloma buchona, dejaba mucho que desear, pues por regla general, el aficionado, en el palomar raramente reconocía amigos, se dedicaba abiertamente, sin escrúpulos, de una manera imprudente, a la aprehensión de las palomas de quien fuera empleando para ello toda clase de medios y procedimientos constitutivo de malas artes, tales como: lazos, cepos, redes de vuelo, redes de libre balancines, trampolines, agujeros, palomas atadas, etc.
Ante tan lamentable situación, un grupo de buenos aficionados de Valencia nombró una comisión representativa de los mismos, constituido por los señores D. Fulgencio González, D. Eduardo Uhden, D. José Alt y D. Gonzalo Donat, para recabar el apoyo de las autoridades, con mira que se dictasen las oportunas órdenes y medidas para sancionar los abusos y hechos bochornosos que se cometían con el absurdo empleo de las palomas buchonas.
Efectuada la visita al Gobierno Civil, y expuesta con todo detalle deplorable situación que representaba dicho caso de tan continuados desmanes y desafueros, por el Excmo. Sr. Gobernador Civil se dictó con fecha 13 de junio de 1908 la primera Circular gubernativa, que amparaba la normal actuación de los aficionados y dictaba reglas y sanción para todos aquellos que, lejos de observar una buena conducta, se dedicasen al uso y empleo de la paloma con fines de perjuicio, lucrativos de malas artes para tal fin.
Posteriormente, en el año 1914, con fecha 6 de abril, se dictó la segunda Circular gubernativa, recordando la primera publicada en el año 1908, encaminada a reprimir y sancionar todos los actos constitutivos infracción a las reglas dictadas en las mismas.
Ramon Fontelles
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LA PALOMA BUCHONA, CONDICIÓN, INSTINTO, ORIGEN, CULTIVO, USO DE LA MISMA Y VARIEDADES SUBSIGUIENTES
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La paloma buchona, definida exactamente, es ave doméstica; pertenece por tal a dicho grupo y por consiguiente no es, ni puede ser, ave de rapiña; carece de aquellos medios que poseen tales aves propios para apresar e igualmente adecuados para apoderarse de palomas y de otros animales.
El concepto, o calificativo erróneo, aplicado a la paloma buchona, de "ladrona", puede obedecer, entre otras cosas, a que dichas palomas, llevadas por su instinto de captación y de seducción, puestas en condiciones de manera adecuada, esto es, sometidas a constante celo, sirvieron tanto el macho buchón como la hembra, de instrumento al poseedor de, ellas, para atraer a otras palomas, en casos y épocas, y cometer actos y hechos nada aceptables, de apoderarse ilícitamente de palomas de la misma raza o bien de otras distintas. Cabe decir más claramente que, puestas en libertad del palomar en que habitaban, y manejadas intencionadamente al efecto, se podían emplear: Al macho, en la búsqueda, bien en el espacio, o ya en parajes y lugares diversos, de cualquier clase de palomas, de la raza y condición que fuesen, y conseguido el objetivo de unirse a ellas, las invitaba insistentemente, con marcada intención y demostraciones en su vuelo, o con arrullos, según la posición, a que les siguiesen, brindándoles con sus manifestaciones o a su manera, compañía, hospitalidad o albergue en su palomar; con el riesgo constante también, por razones del sexo, de poder ser atraídos o seducidos éstos por otras, para él, de mayor atractivo, calidad temperamental o instinto, especialmente hembras.
En ambos casos, de la caza de palomas con el empleo del macho o de la hembra buchona, el acto cometido de encerrar cualquier clase de palomos, con estos métodos y procedimientos, daba lugar al parecer, sin meditación alguna, a la aplicación de "ladrona", a esta paloma buchona, cuando en realidad dicho objetivo le correspondería por entero a la persona que cometía este censurable hecho, siempre en el caso de que no devolviese las palomas aprehendidas, producto de tales rapacerías o acciones de retener y de aprovecharse, con fines lucrativos, de bienes ajenos.
La paloma buchona era, porque ya no existe, paloma ordinaria, esbelta, astuta, arrulladora y sagaz, fecunda por sus medios naturales, apuesta, arrogante, muy decidida, constante y tenaz, sugestiva o muy dada a sugestionar, y de un marcado instinto de seducción en general, de persecución y de conservación.
Acerca del origen de la paloma buchona, según afirmaciones hechas por expertos, veteranos y consecuentes aficionados, hoy decanos y técnicos de la afición, que practican el deporte desde el siglo pasado, viejos como yo, que también lo soy, pero anteriores a mí, se atribuye que fue traída a España por los árabes en la época de la Edad Media, a raíz de su invasión en el año 711.
No cabe duda de que entonces, la paloma buchona, reuniría aquellas excelentes condiciones y características, dada la pureza de su raza y de que sus poseedores las emplearían como medio de distracción, de recreo, de aprovechamiento y de negocio.
Si la historia se repite, y dada la existencia de la paloma buchona hasta final de la tercera decena del siglo XX, de esa Edad Contemporánea, es seguro que los sucesores de los árabes seguirían cultivándola con los mismos o parecidos medios y fines en el siglo XVI, en que dio comienzo la Edad Moderna; en el año 1517 hasta principios del siglo XIX, año 1808, en que empezó la Edad Contemporánea.
En los primeros años del presente siglo XX, todo era aún igual; los medios, los procedimientos, el uso y el cultivo de la paloma buchona, y su afición, no habían sufrido variante alguna y se desenvolvía exactamente con todos aquellos defectos; tan sólo habían sufrido alteración los elementos que eran poseedores de la misma; pues aquellos, los primeros del siglo VIII, eran árabes; y los de esta Edad Contemporánea, del siglo XX, somos españoles.
Entre aquellos españoles de los comienzos de este siglo XX, me encontraba yo; apenas tenía entonces 10 años; había nacido en el año 1896 del pasado siglo, pero si recordar es volver a vivir, aseguro que sentía ya cierta manifiesta inclinación por el cultivo de palomas.
Mis primeras aves, del mismo orden, aunque de distinta condición, para mí, palomas en aquellos días, fueron un par de tórtolas, que las tuve poco tiempo y las sustituí después por dos pichones de aquella raza existente, que se cultivaba con verdadera profusión, denominada de palomas buchonas.
Recuerdo que eran los dos de color azul, y que las puse en un jaulón adecuado, en el tejado de mi domicilio, sito en las inmediaciones del antiguo Hospital Provincial de Valencia.
Junto al mismo edificio de mi casa, y lugar en que tenía mis primeros pichones existía, en funcionamiento entonces, el Cuartel del Refugio, en la calle del Hospital, caserón antiguo, hoy desaparecido, que en la parte alta del mismo tenía una torre en forma de pirámide con cuatro vertientes, en cuya base cuadrangular se posaban aquellos dos pichones azules, a los cuales contemplaba y admiraba yo, abstraído, horas y horas, desde el tejado de mi casa, en aquella monótona y quieta situación, en que ellos reconocían el sitio y todas sus inmediaciones, para aquerenciarse y estar seguros en su vuelo, expertos en sus movimientos y desenvolverse después, con certeza y facilidad, al pasar de pichones a la condición de adultos.
A estos pichones siguieron otros, y más palomas, hasta que con mayor conocimiento y edad fui sintiendo en lo más profundo mi inclinación y afición por todas aquellas palomas que tuve, como digo, de raza buchona o laudina, las cuales constituían en mi el mayor atractivo, y lo que es más, mi mejor entretenimiento y distracción.
El aficionado éste, de los comienzos de siglo, de aquella época turbulenta y desdichada para esta afición, vivía entregado a maniobrar y actuar libre, sin dar cuenta a nadie, dentro y fuera de su palomar, en lo que se refiere al uso, cultivo y empleo de aquella paloma buchona.
La paloma buchona no era toda igual entonces; ofrecía características diversas, y se diferenciaban de otras por provincias y regiones, aunque todas eran de la misma condición e instinto.
Así, pues, la paloma valenciana se distinguía de la sevillana por el pico corto y tamaño menor de ésta.
Igualmente la murciana, se diferenciaba de ambas por sus distintos movimientos y aspectos.
En el vuelo se distinguía por el buche más o menos abultado o redondo, y también por la posición de la cola, ya si la tenía de forma plana o recta, o bien de medio arco, hacia abajo o arriba, detalle conocido y denominado en el argot o léxico buchonista por los nombres de "colom plá, cacho y brincat".
Los aficionados efectuaban cruces por vía de ensayo, empleando para ello sus palomas con las de otras provincias, conservando siempre la base, para no perder la fuente natural y dé continuidad de reproducción, de lo que era nativo, con miras a conseguir, con estas pruebas, el tipo de ejemplar que mejorase en condiciones lo que poseían y que tuviese más acentuado el instinto de captación para atraer y también el de conservación para guardarse, pues era un peligro inminente que el palomo tocase palomar ajeno, debía saber que podría encontrar con ello fácilmente el motivo para su desaparición.
Había buenos palomos en aquellos veinte primeros años de siglo, que alcanzaron merecidamente prestigio, renombre y fama; como fuentes de abastecimiento y de reproducción entonces, Cocentaina, Muro y Alcoy de la provincia de Alicante, y Albaida, Játiva y Onteniente, de la de Valencia.
La aceptable rama de distinguidos y renombrados palomos, que perdura con el conocido nombre de "Barrabás", desciende de Cocentaina, y fueron obtenidos y criados en una de las masías existentes junto a la ermita de San Cristóbal; su nombre primitivo, anterior al actual, era el de "Los Leones", por su casta, brío y potencia. De estos "Leones", unidos a la rama de los "Liarcs", salieron los palomos "Selíeros", de gran aceptación, y fueron conseguidos por el aficionado conocido por Pedro Juan, el Carnicero, de Cocentaina.
De una paloma hembra pico corto de Málaga y de un macho de Onteniente, se consiguió el palomo "Oraciones", que fue el mejor de aquellos tiempos y lo tuvo un viejo aficionado que últimamente tenía un puesto de compra-venta de palomos en la Plaza Redonda de Valencia, conocido por el Abuelo "Taronchetes".
De los cruces y reproducciones que después se efectuaron ya no volvió a salir otro palomo "Oraciones"; salieron otros distintos, de menos aceptación, que ofrecían en su vuelo distintos movimientos, mayor vistosidad, más elegancia, pero con acentuada merma de instinto de captación y de menos seguridad, solían parar más, pero el que paraba entonces le decía pronto "adiós" a su dueño. Con aquella paloma buchona de excelentes cualidades y condiciones, jamás se hubiese hecho deporte porque únicamente podíase decir que era el ídolo que cubría un deseo una satisfacción personal de su poseedor, ya que en su desenvolvimiento y trabajo no llamaba la atención un poco más allá de su dueño, que la observaba y seguía diariamente en todo cuanto hacía de provecho en su lento y sagaz vuelo y en sus paradas en torres, cúpulas, tejados, campanarios, etc. para atraer a cualquier clase de paloma extraviada.
En aquellos años, la afición que se practicaba en casi todas partes salvo honrosas excepciones, empleando la paloma buchona, dejaba mucho que desear, pues por regla general, el aficionado, en el palomar raramente reconocía amigos, se dedicaba abiertamente, sin escrúpulos, de una manera imprudente, a la aprehensión de las palomas de quien fuera empleando para ello toda clase de medios y procedimientos constitutivo de malas artes, tales como: lazos, cepos, redes de vuelo, redes de libre balancines, trampolines, agujeros, palomas atadas, etc.
Ante tan lamentable situación, un grupo de buenos aficionados de Valencia nombró una comisión representativa de los mismos, constituido por los señores D. Fulgencio González, D. Eduardo Uhden, D. José Alt y D. Gonzalo Donat, para recabar el apoyo de las autoridades, con mira que se dictasen las oportunas órdenes y medidas para sancionar los abusos y hechos bochornosos que se cometían con el absurdo empleo de las palomas buchonas.
Efectuada la visita al Gobierno Civil, y expuesta con todo detalle deplorable situación que representaba dicho caso de tan continuados desmanes y desafueros, por el Excmo. Sr. Gobernador Civil se dictó con fecha 13 de junio de 1908 la primera Circular gubernativa, que amparaba la normal actuación de los aficionados y dictaba reglas y sanción para todos aquellos que, lejos de observar una buena conducta, se dedicasen al uso y empleo de la paloma con fines de perjuicio, lucrativos de malas artes para tal fin.
Posteriormente, en el año 1914, con fecha 6 de abril, se dictó la segunda Circular gubernativa, recordando la primera publicada en el año 1908, encaminada a reprimir y sancionar todos los actos constitutivos infracción a las reglas dictadas en las mismas.
Ramon Fontelles
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